Fuente original: radioagricultura.cl

Pese a lo que algunos sostienen, en pleno 2024 vivimos tiempos de censura, una distopía ya descrita por Ray Bradbury en Fahrenheit 451, donde los libros están prohibidos y se queman para eternizar el régimen totalitario que gobierna. En nuestro caso específico, todos los productos culturales que no sostengan la narrativa del establishment izquierdista son ridiculizados, censurados y, si se da el caso, eliminados; porque la posibilidad de un debate de ideas hace temblar el discurso totalitario que perpetúan.

Y si bien el rol estatal puede aparentar ser pasivo, es el público adherente el que actúa como el aparato inquisidor. Este es el problema que enfrentamos como editores realmente independientes.

Haciendo un breve diagnóstico –y sabiendo que puede resultar redundante para los lectores–, sostenemos que la industria del libro está “tomada” por la ideología marxista. Si usted visita una librería convencional, podrá ver que en el terreno de la “no-ficción” chilena dominan los libros que sostienen narrativas de la lucha de clases, la defensa de la UP y los derechos humanos, la promoción del Wallmapu, la destrucción del capitalismo, entre otras temáticas que se van repitiendo con el supuesto discurso de “proteger la democracia”.

Son libros que evidencian la característica endogámica de la literatura chilena: son los mismos editores, autores, temáticas y enfoques. Quizás cambian de nombre, pero se siguen publicando entre ellos hasta el infinito.

Dejando de lado a Penguin y Planeta por su internacionalidad, en el universo de editoriales (o microeditoriales) chilenas que se clasifican como “independientes”, la mayoría –por no decir “todas”–, requieren de algún tipo de sustento estatal, como la adjudicación del Fondo del Libro que es entregado por el Ministerio de Las Culturas. Estas casas editoras, asustadas de los términos como “rentabilidad”, “sostenibilidad” o “competencia”, publican todo tipo de libros enfocados en la promoción del imaginario izquierdista bajo el concepto de la honorable “difusión cultural”.

No está de más decir que muchos de esos ejemplares, financiados con el dinero de todos los chilenos, quedan abandonados en algún lugar, ya que lo más probable es que ni siquiera sean vendidos en ferias y no exista un esfuerzo real para meterlos a librerías. Y para que el lector tenga en cuenta y se indigne tanto como nosotros, para este año se destinaron más de mil millones en el Fondo del Libro en la categoría de Apoyo a la Industria, enfocado en la publicación de diferentes proyectos, los cuales son seleccionados mientras cumplan con el estándar gubernamental.

Al igual que en otras industrias creativas, estas instituciones tienen un poder organizativo impresionante. Ejemplo de ello es su capacidad de convocar la creación de ferias nacionales como la Furia del Libro –a cargo de la Cooperativa Editores de la Furia–, y la Primavera del Libro –realizada por Editoriales Independientes de Chile–. Ambos eventos, abiertamente militantes, se adjudican millonarios fondos destinados solo para su realización, junto al apoyo logístico de las municipalidades. Es decir, necesitan principalmente el apoyo y la promoción del Estado para funcionar. Este apoyo es incondicional, incluso en el hecho de permitirles discriminar a los participantes según cumplan o no sus objetivos gremiales.

Teniendo en cuenta lo anterior, la publicación de G3: Honor y Traición” de Claudio Crespo representa un hito y una paradoja. “Hito” porque destruye la tesis de los “héroes de la primera línea”, la editorial es independiente y no se necesitó de ningún tipo de ayuda estatal para su desarrollo; y “paradoja” porque existe un cierto temor en promover el libro por miedo a una posible “funa” de parte de los defensores del octubrismo, pese a que es el “Más Vendido” hace semanas en “El Mercurio” con más de 13 mil ejemplares en distribución nacional.

La izquierda “democrática”, abierta a la cultura y la defensa de los derechos humanos, censurando un libro que no se condice con su narrativa… Qué ironía, ¿no?

Para la persona que aún no esté enterada, “G3: Honor y Traición” nos narra de primera fuente las vivencias de Claudio Crespo, teniente coronel (r) de Carabineros, quien estuvo en el epicentro de los eventos ocurridos en los días más álgidos de la insurrección de octubre de 2019. Es un relato testimonial de un carabinero que, por su fuerte sentido del deber, supo no claudicar frente a la avanzada terrorista, y en el cual se esclarece la manipulación comunicacional de los medios que se autoproclaman como “independientes del capital”; se denuncia la existencia de la “justicia activista” a manos de fiscales como Ximena Chong; y se revela la cobardía de políticos y jefes de Estado que, en vez de haber protegido a los ciudadanos de bien, dejaron a Carabineros de Chile como “carne de cañón”.

Es la narración de una pesadilla ya antes vista: el Estado, intentando ocultar su incompetencia y fracaso, utiliza a sus soldados para salvar lo poco y nada que queda de sus líderes; obviando que, detrás de cada recluta, hay un joven luchando por el sustento de su nación. Este es el concepto que se repite entre sus páginas –y que se debe destacar–: “Fue un deber y obligación estar allí”. Y hoy nos demuestra que, o los carabineros se defienden de sus atacantes en el campo de batalla, o serán asesinados.

En el Día del Carabinero, el 27 de abril, despertamos con la terrible noticia de que tres integrantes de la institución fueron asesinados en inmediaciones de la ciudad de Cañete. Ese mismo día por la tarde, teníamos una firma de libros con Claudio Crespo programada en la librería Jerplaz en Las Condes. Fueron alrededor de 300 personas y estuvimos más de cuatro horas atendiendo a lectores de todo el país.

Se pudieron constatar algunas personas conflictivas que fueron con la intención de “funar”, entre ellas un sujeto que gritaba sobre el supuesto “negocio forestal” que involucra a Carabineros y una joven encapuchada con un tipo de burka que caminaba con una actitud amenazante. Fueron los mismos lectores quienes protestaron y manifestaron su malestar ante estas personas, así como los libreros que resguardaban el acceso, lo que impidió que pudieran cumplir con sus objetivos.

Situaciones como esta nos hacen reflexionar sobre la necesidad de proteger el frágil derecho a la libertad de expresión, sobre todo de aquellos que mediante la violencia buscan censurarnos. Como editores realmente independientes, sabemos que hoy peligra la literatura que no sostenga las ideas de la hegemonía cultural. Y mientras los ciudadanos no tomen un rol protagónico de solicitar nuevos contenidos y discursos en todas las industrias creativas, aún seguirá la falsa sensación de que lo único que se vende en Chile es el octubrismo.

Es por eso que me pregunto: ¿Arderá en algún momento “G3” a 451 grados Fahrenheit?

Por Sofía Abarca C. Empresaria, Mg (c) en Edición UDP, Periodista U. de Chile. CEO Editorial Entre Zorros y Erizos.

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